Si todo el mundo
fuera como mis padres,
posiblemente,
se habría inventado ya
un coche de bajo consumo a pedales
y los periódicos
serían apenas un par de hojitas
hablando de bodas, bautizos y comuniones,
ya que la honradez sería
la norma y no la excepción.
El cariño sería sólido
y se vendería en cubitos.
El amor no se cantaría
tontamente en la radio
sino que se demostraría
en el día a día
y las palabras buen vecino
y honestidad
tendrían todo su significado.
Habría menos cercas
y más paseos,
más luces y más
silencios acompañados.
Si el mundo aprendiera
de mis padres,
giraría más lento,
estropearía menos,
andaría más,
construiría más verde,
y haría que crecieran
más cosas necesarias,
habría huertas por todas partes
y la vida sería
más tranquila
más cotidiana
más de lo pequeñito
y por lo tanto
de lo importante.
Si todo el mundo
fuera como mis padres,
habría menos jardines
y más lechugas,
pero ¡ay!
el mundo
sería un lugar
mucho más hermoso
para vivir.
21-3-2017
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