Cuando el descanso
se convierte
en excepción
y yo me siento
como en una isla
alejado del mundo
sin quererlo
apartando velos invisibles
que me vuelven translúcido
e impertinente.
Cuando tras la esquina
aparece un yo
que no soy yo
tan sólo una cáscara
aparente
ni siquiera vacía
rellena de oprobios
y malestares
ebria del vino
de las uvas malas.
Un sentimiento
de miseria
reposa sobre
el manto
de un profundo
inmisericorde cansancio.
Cuando ni yo mismo
creo en mi lucha
y la vocación huyó
a playas menos míseras
y más inteligentes.
Cuando el eco de las voces
que advierten y aconsejan
rebota en el otro extremo
de mi cabeza
y las miradas
caen de rostros
que se menean
incrédulos
y desengañados.
Entonces.
Entonces
sé
que es el momento
de partir
de cambiar de aires
de volar
con nuevo rumbo
con otra
etérea sonrisa
ligera
cual pajarillo
que migra
huyendo del invierno.
Todo eso lo sé.
Pero ¿dónde está
el camino que
he de seguir?
¿Dónde el martillo
que rompa
estas cosas
que me encadenan?
¿Dónde el aire
que aliente
la partida?
¿Dónde
el rayo que grabe
en mi cabeza
que esa retirada
no es una huida
sino sólo supervivencia?
¿Dónde
quien me haga
ver
que no todo
es responsabilidad mía
ni siquiera es necesario
ni es tristeza?
Quejas
y silencio.
Seguiré otro poco.
Hasta que muera.
3-4-10
San Martín de Rubiales
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario