Pero
¿Es posible que estés ahí?
En ese caliz cerrado
atrapado por el oro
expuesto a las miradas
de los hombres.
Me niego a verte ahí.
Y, sin embargo, ¿qué es
esa emoción que siento al contemplarlo?
Aún así mi mente niega.
A mi espalda va llegando
la gente para adorarte;
la Iglesia ya no está fría
ni sola.
¡Ah! Ya lo entiendo,
ahora sé que estás ahí.
27-III-97
(Vitoria)
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