Tantas veces
me entregué a la muerte
del ocaso a la noche
tantas
como ésta ha llamado
a mi puerta.
Con los ojos helados
con la sonrisa en el bolsillo
la muerte tantas
fue mi compañera de camino.
De su mano
he evitado a la gente
he agostado el cariño
he caminado en la noche
sin estrellas de mi egoísmo.
¿Qué hiciste de la ternura,
de la poesía,
de la mano extendida,
de la inocencia del niño?
Del amanecer a la mañana,
del ocaso a la noche,
caminé por el valle de las sombras
pues la muerte
era yo mismo.
19-III-99
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